La Vida abarca desde su infancia hasta la fundación del primer convento reformado de San José de Ávila, en 1562. Gracias a ella se sabe de su infantil afición a leer vidas de santos y los entonces populares libros de caballerías, que Miguel de Cervantes parodiaría en Don Quijote de la Mancha un siglo después. En 1531, su padre la internó como pupila en el convento de monjas agustinas de Santa María de Gracia, pero al año siguiente tuvo que volver a su casa aquejada de una grave enfermedad. Determinada a tomar el hábito carmelita contra la voluntad de su padre, en 1535 huyó de su casa para dirigirse al convento de la Encarnación. Vistió el hábito al año siguiente, y en 1537 hizo su profesión.
Por entonces empezó para ella una época de angustia y enfermedad, que se prolongaría hasta 1542. Durante estos años confiesa que aprendió a confiar ilimitadamente en Dios y que empezó a practicar el método de oración llamado «recogimiento», expuesto por Francisco de Osuna en su Tercer abecedario espiritual. Repuesta de sus dolencias, empezó a instruir a un grupo de religiosas de la Encarnación en la vida de oración y a planear la reforma de la orden carmelitana para devolverle el antiguo rigor, mitigado en 1432 por el papa Eugenio IV.
Empezó entonces a ser favorecida con visiones «imaginarias» e «intelectuales», visiones que habrían de sucederse a lo largo de su vida y que determinaron sus crisis para averiguar si aquello era «espíritu de Dios» o del «demonio». Su ideal de reforma de la orden se concretó en 1562 con la fundación del convento de San José. Se inicia entonces una nueva etapa en su vida, en la que la dedicación a la contemplación y la oración es compartida con una actividad extraordinaria para conseguir el triunfo de la reforma carmelitana.
Desde 1567 hasta su muerte, fundó en Medina del Campo, Malagón, Valladolid, Toledo, Pastrana, Salamanca, Alba de Tormes, Segovia, Beas, Sevilla, Caravaca, Villanueva de la Jara, Palencia, Soria y Burgos. En 1568 se erigió en Duruelo el primer convento reformado masculino, gracias a la colaboración de San Juan de la Cruz y del padre Antonio de Heredia. Redactó las Constituciones (1563), que fueron aprobadas en 1565 por Pío IV, y que se basan en los siguientes puntos: vida de oración en la celda, ayuno y abstinencia de carne, renuncia de rentas y propiedades (comunales o particulares) y práctica del silencio.
Para ayudar a sus religiosas a la realización de su ideal de vida religiosa compuso Camino de perfección (escrito entre 1562 y 1564 y publicado en 1583) y Las moradas o Castillo interior (1578). La reacción de los miembros de la antigua observancia carmelita llegó a su punto culminante en 1575, año en que denunciaron a los descalzos a la Inquisición. Un breve de Roma, en 1580, ordenó la separación de las dos órdenes.
En 1604 se inició el proceso de canonización de Teresa. En 1614 fue declarada beata, y en 1622 fue canonizada por Gregorio XV. En 1970 fue proclamada doctora de la Iglesia, siendo la primera mujer que recibía esta distinción. Además de las obras citadas, dejó escritas las siguientes: Meditaciones sobre los cantares, Exclamaciones, Visita de descalzas, Avisos, Ordenanzas de una cofradía, Apuntaciones, Desafío espiritual, Vejamen y unas treinta poesías.
SEPULTURA Y RELIQUIAS:
El cuerpo, que no se embalsamó, fue envuelto en una tela bordada con oro, regalo de los duques de Alba, y puesto en una ataúd de madera. El ataúd estuvo expuesto en la capilla del Convento de la Anunciación hasta la misa funeral, que se celebró, según el nuevo calendario, el 15 de octubre. La patrona del convento, Teresa Layz, la priora, Antonio de Jesús y los duques de Alba decidieron que el cuerpo de la santa, de gran valor, se quedase allí y apresuraron el entierro. Un albañil y un carpintero realizaron un nicho en el muro que separa la capilla del coro de las religiosas y fue enterrada el día 15 de octubre. Metieron tierra y piedras en el nicho, presionaron la argamasa a golpe de mazo y rompieron la tapa del ataúd. Las monjas protestaron por que se la enterrase así, pero sus protestas fueron inútiles. Nueve meses después, en julio de 1583, llegó el entonces provincial, Jerónimo de la Madre de Dios. Este, con la ayuda del carmelita descalzo Cristóbal de San Alberto y las monjas del convento, que querían ver el cuerpo de la santa, fueron a exhumar el cuerpo. Comenzaron el 4 de julio y tardaron 4 días en retirar las piedras que cubrían el ataúd. Pensaron que el cuerpo no se había descompuesto, porque de la sepultura provenía un suave olor. Al abrir el ataúd descubrieron que el cuerpo estaba intacto, como si acabasen de enterrarla.[195]
Para disponer de reliquias, Jerónimo de la Madre de Dios cortó la mano izquierda y el dedo meñique. Envolvió la mano en un pañuelo y luego en papel, la metió en un cofre y se la dio a las carmelitas deslcazas de Ávila. Jerónimo se quedó con el dedo meñique. Dijo que, desde que lo tuvo, no padeció ninguna enfermedad destacable. En 1593, durante un viaje de Mesina a Roma, fue capturado por unos corsarios musulmanes, que le quitaron esa reliquia, y permaneció cautivo en Túnez durante dos años. Logró que le devolviesen la reliquia con el pago de 20 reales y unas sortijas de oro.[195]
Tras la exhumación, las monjas quitaron la tierra, lavaron el cuerpo y le pusieron ropa nueva. La pusieron en un arca fácil de abrir en el coro para exponerla en ocasiones especiales.[195]
Álvaro de Mendoza quiso financiar una capilla en el Convento de San José de Ávila y poner ahí dos tumbas, una para santa Teresa y otra para él. El capítulo de la orden en Pastrana, el 18 de octubre de 1585, decidió trasladar el cuerpo de la santa al Convento de San José, que fue el primero de las carmelitas descalzas.[196]
El canónigo Juan Carrillo, tesorero de la Catedral de Ávila, y Julián de Ávila se trasladaron a Alba, donde fueron recibidos por fray Gregorio Nacianceno. Poco después llegó Jerónimo Gracián de la Madre de Dios. El 24 de noviembre fray Gregorio le comunicó a las monjas la decisión del capítulo de Pastrana. Sin embargo, les dice que podrán conservar como reliquia el brazo izquierdo, al cual fray Jerónimo ya le había quitado la mano. Fray Gregorio se encargó de cortar el brazo izquierdo de la santa y las monjas de Alba se quedaron con aquella reliquia.[196]
Envolvieron el cuerpo de la santa en un sayal, lo metieron sobre una mula entre dos pacas de paja y lo llevaron a Ávila. En el Convento de San José, las monjas pusieron el cuerpo en la sala capitular, con unas cortinas que permitían mostrarlo y ocultarlo. Luego mandaron hacer un arca para el cuerpo. Esta estaba envuelta por dentro de tafetán violeta y por fuera de terciopelo negro con adornos de oro y seda. Había un escudo de oro y otro de plata, uno con los símbolos de la orden y otro con el nombre de Jesús. También tenía una tela en la que estaba bordado: Madre Teresa de Jesús.[197]
En Ávila se interpretó como un milagro el agradable olor que desprendía el cuerpo de la santa y piden que vengan teólogos a determinar esto. El 31 de diciembre de 1585 llegaron de Madrid fray Diego de Yepes, prior del convento de los jerónimos de Madrid, el licenciado Laguna, del Consejo de Estado, y Francisco Contreras, de la Chanchillería de Granada. Felicitaron al entonces obispo de Ávila, Pedro Fernández de Termiño, por tener en su ciudad el cuerpo de la santa. Al día siguiente, el 1 de enero de 1586, un grupo de veinte personas entre las que estaba el obispo, los altos funcionarios, dos médicos y algunos notables de la ciudad llegaron al carmelo. El cuerpo fue llevado a la galería de la entrada. Los médicos lo examinaron y comprobaron que desprendía un olor agradable y que, aunque habían pasado tres años, no había sufrido ninguna descomposición. Certificaron que aquello era un milagro, porque el cuerpo no había sido embalsamado, ni tenía ningún bálsamo ni nada parecido.[197]
Cuando los carmelitas descalzos se llevaron el cuerpo del Convento de la Anunciación, no estaban en Alba de Tormes ni el entonces duque, Antonio de Toledo, ni su tío, Hernando de Toledo, prior de la Orden de San Juan. Hernando de Toledo se lo tomó muy mal porque admiraba mucho a la santa y sabía que su cuerpo tenía un gran valor. Se dirigió a la Santa Sede y Sixto V le dio la razón.[198] El cuerpo fue trasladado de nuevo a Alba en agosto:
El 23 de agosto (de 1586), como a las ocho de la mañana, ya estaba el santo cuerpo en las monjas de Alba (P. Silverio).
Fue instalado en el coro inferior del convento en presencia del duque, su madre y una multitud.[199]
Durante más de un año, el Convento de San José de Ávila y el de la Asunción de Alba de Tormes tuvieron un litigio por el cuerpo. En diciembre de 1588 el nuncio, César Specino, dijo que el cuerpo permanecería en Alba de Tormes y el 10 de julio el papa confirmó la afirmación del nuncio.[199]
El cuerpo fue examinado el 25 de marzo de 1588, a petición del obispo de Salamanca, Jerónimo Manrique. El jesuita Francisco de Ribera estuvo en aquella inspección y escribió sobre el estado del cuerpo y de la reliquia del brazo en aquel entonces. El brazo era envuelto en un paño que se iba cambiando y que se entregaba a los visitantes como objeto de devoción.[199]
En 1588 unos médicos le extrajeron el corazón. Este se encuentra en un relicario de 1671 en el convento de Alba de Tormes.[200]
El sepulcro de Teresa de Jesús está custodiado por nueve llaves, de las que tres están en posesión de la Casa de Alba.[201]
Se elevó su sepulcro en 1598; se colocó su cuerpo en la capilla Nueva en 1616, y en 1670, todavía incorrupto, en una caja de plata.
Fray Jerónimo de la Madre de Dios llevó la mano de santa Teresa a Ávila en 1582 y en 1585 se la regaló a los carmelitas del Convento de San Alberto de Lisboa. Luego fue llevada al convento carmelita de Olivais. Tras la revolución portuguesa de 1910, de carácter anticlerical, las monjas se llevaron la reliquia a España. En 1924 la llevaron al convento de carmelitas descalzas de Ronda. En 1936, durante la Guerra Civil Española, las monjas escondieron la mano del anticlerical Frente Popular. Estos exigieron que les fuera entregada y terminaron confiscándola, argumentando que querían protegerla de profanaciones. En 1937, cuando las tropas del bando nacional tomaron Málaga, la encontraron en el equipaje del republicano José Villalba Rubio.[202] Los militares se la regalaron a Francisco Franco y le dijeron a las monjas de Ronda que le guiaría en su labor de regeneración de España. Franco tendrá la mano en su dormitorio y la llevará en todos los viajes. Tras la muerte de Franco, en 1975, Carmen Polo se la entregó al arzobispo de Toledo el 9 de diciembre de 1975. Este se la entregó al carmelo de Ronda el 21 de enero de 1976.[203]
El convento de Ronda conserva también el ojo izquierdo de la santa.[204]
En la actualidad hay reliquias del cuerpo de la santa en diversos lugares. El Convento de San José de Ávila tiene una clavícula y el Convento de Santa Teresa de Ávila tiene un dedo anular. En 1614, el año de su beatificación, se mandó a Roma el pie derecho, que se encuentra en la Iglesia de Santa Maria della Scala.[205] En la Basílica de San Pancracio de Roma hay un trozo de la mandíbula superior.[200][206]
La Catedral de Santiago de Compostela tiene muelas de santa Teresa como reliquia. También tiene muelas de la santa un convento de Puebla de Zaragoza, México.[204]
El Convento de San José de Toledo tiene un relicario con una muela.[207]
El Convento de San José de Sevilla conserva como reliquias parte de un dedo y parte de una costilla.[168] También tiene una reliquia de la santa la Hermandad de Nuestra Señora del Carmen de San Juan de Aznalfarache, provincia de Sevilla.[204]
El Museo Lázaro Galdiano de Madrid conserva un busto de santa Teresa con un relicario.[208]
Hay un dedo de la santa en Sanlúcar de Barrameda y otro en la Iglesia de Nuestra Señora de Loreto de París
DETALLE DEL RELICARIO CON LA MANO INCORRUPTA DE LA SANTA
0 Comentarios